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Desde el año 2002 me dedico a la temática espiritual y a escribir sobre estos temas y también de autoayuda y superación personal. He publicado hasta el momento 9 libros: Camino Hacia la Luz, I- Cuentos de Cristal Los Ángeles te hablan: Escúchalos I Los Ángeles te hablan: Escúchalos II Vidas Pasadas- Tiempo Presente Mauricio Macri, El Elegido Cristal-Índigos, la Esencia del Cambio Reiki, Amor y Luz Ángeles en tu vida Mi vida está dedicada desde el año 2002 a temas como la Numerología, la Reencarnación el contacto con los Ángeles, habiendo plasmado mucho de estas prácticas y conocimientos en los libros publicados. Paralelamente y durante todos estos años he estado también escribiendo, corrigiendo libros y traduciendo, (actualmente estoy abocada a la traducción de uno de mis libros al francés) Tengo mi página totalmente traducida al francés, la cual pueden ver en: marianel.unblog.fr Soy Investigadora y estudiosa de la Reencarnación y a raíz de ello he creado el estudio de Vidas Pasadas sin regresión®. También la numerología ha marcado los inicios de mi carrera profesional y he creado el Estudio Numerológico que realizo desde el año 1995

LAZOS DE AMOR – BRIAN WEISS 5

VIDA ANTES DE LA VIDA




LAZOS DE AMOR – BRIAN WEISS
cap- V-
 Y su dolor no remitía. Finalmente dio a luz a otro niño, y fue grande la alegría del padre, que exclamaba: «¡Un varón!»
Aquel día sólo él sintió ese júbilo.
La madre, postrada y abatida, estaba pálida y exánime... Lanzó de repente un grito de angustia, pensando en el ausente, no en el recién nacido...
«¡ Yace mi niño en la tumba y no estoy a su lado!»
Oye de nuevo la amada voz del difunto en boca del bebé que ahora tiene en sus brazos:
«Soy yo, ¡pero no lo digas!», susurra mirándola a los ojos.
VICTOR HUGO
Pedro era un joven mexicano extraordinaria­mente guapo, mucho más agradable de lo que me pareció en un primer momento. Tenía el ca­bello castaño y unos hermosos ojos azules que adquirían un tono verdoso según el día. Su en­canto y su facilidad de palabra ocultaban el dolor que sentía por la muerte de su hermano, que ha­bía perdido la vida diez meses antes en un trági­co accidente de coche en la ciudad de México.
Muchas de las personas que acuden a mi con­sulta sienten una profunda aflicción y necesitan entender el porqué de la muerte. En algunos ca­sos también vienen a visitarse porque desean volver a encontrarse con sus seres amados que han fallecido. Este encuentro puede tener lugar en una vida anterior y puede producirse durante el estado espiritual que hay entre una vida y otra. La reunión también puede celebrarse en un con­texto místico, más allá de los confines del cuerpo y la geografía físicos.
Tanto si los encuentros espirituales son reales como si no, el paciente experimenta intensamen­te el gran poder que poseen, y su vida cambia.
La precisión y el detalle con que se recuerdan las vidas pasadas no es un logro 'voluntario. El paciente que evoca las imágenes no lo hace sim­plemente porque necesite hacerla o porque gra­cias a ellas vaya a sentirse mejor. Lo que recuerda es lo que ha ocurrido.
La precisión de los datos, la intensidad de las emociones que afloran, la resolución de los sín­tomas clínicos y el poder de transformar la vida que tienen los recuerdos, determinan la realidad. de lo que se recuerda.
Lo que más me llamó la atención del caso de Pedro fueron los diez meses que habían transcu­rrido desde la muerte de su hermano. En ese tiempo, normalmente una persona puede sobre­ponerse de un duro golpe. Aquella larga época de aflicción indicaba que en su caso había una desesperación subyacente más profunda.
Su tristeza no sólo se debía a la muerte de su hermano. En las sesiones posteriores averigüé que Pedro había perdido a seres queridos en mu­chas otras vidas pasadas y que era especialmente sensible a la pérdida de un ser amado. La repen­tina muerte de su hermano despertó en los reco­vecos más remotos de su inconsciente el recuer­do de otras pérdidas todavía más dolorosas y más trágicas que se habían producido milenios atrás.
Según algunas teorías psiquiátricas, cada vez que experimentamos una pérdida, se avivan sen­timientos reprimidos u olvidados y recuerdos de muertes pasadas. Nuestra aflicción es mayor de­bido al dolor acumulado de pérdidas anteriores.
En mis investigaciones sobre vidas pasadas fui descubriendo que hay que ampliar el escena­rio de estas pérdidas. No basta con regresar a nuestra infancia. Debemos incluir las pérdidas sufridas en tiempos más remotos, en vidas ante­riores. Algunas de nuestras pérdidas más trágicas y de nuestras mayores desgracias se produjeron con anterioridad a nuestro nacimiento.
Antes de seguir adelante tenía que reunir más datos sobre la historia de Pedro. Era necesario que conociera los hechos más importantes de su vida para encarar las futuras sesiones.
-Háblame de ti -le pedí-, de tu infancia, tu familia y todo lo que creas importante. Cuén­tame todo lo que creas que debo saber de ti.
Pedro suspiró profundamente y se arrellanó en el mullido sillón. Se aflojó el nudo de la cor­bata y se desabrochó el botón del cuello de la ca­misa. A juzgar por su lenguaje corporal, aquello no le iba a resultar fácil.
Provenía de una familia adinerada y política­mente influyente. Su padre era el propietario de una gran empresa y de varias fábricas. Vivían en una fastuosa casa de una zona residencial en las colinas de las afueras de la ciudad.
Pedro se había educado en los mejores colegios privados. Estudió inglés desde pequeño, y después de vivir en Miami varios años, lo habla­ba a la perfección. Era el menor de tres herma­nos. Se mostraba muy protector con su hermana a pesar de que ella le llevaba cuatro años. Su her­mano era dos años mayor que él y estaban muy unidos.
Su padre trabajaba mucho y normalmente no llegaba a casa hasta entrada la noche. Su madre, las niñeras y las criadas se ocupaban de la casa y del cuidado de los niños.
Pedro estudió empresariales en la universi­dad. Tuvo varias novias, pero no formalizó rela­ciones con ninguna de ellas. .
-Creo que a mi madre nunca le gustaron de­masiado las chicas que salían conmigo -me con­tó-. Siempre veía en ellas un defecto u otro y no cesaba de recordármelo.
En aquel momento Pedro empezó a mirar a su alrededor con un aire de incomodidad.
-¿ Qué te ocurre? -le pregunté.
Tragó saliva varias veces antes de empezar a  hablar.
-Durante el último año en la universidad tu­ve relaciones con una mujer mayor... -me dijo despacio-. Era mayor que yo... y estaba casada.
Pedro se calló.
-Está bien -respondí al cabo de unos mo­mentos, más que nada para llenar el silencio. Percibía su tensión y, a pesar de tantos años  de experiencia, aquel sentimiento seguía resul­tándome desagradable.
-¿ Lo sabía su marido? -le pregunté.
-No -contestó-, no sabía nada.
-Podría haber sido peor -señalé, diciendo una obviedad para intentar reconfortarle.
-Pero todavía no he acabado -añadió en un tono que presagiaba algo terrible.
Yo asentí con la cabeza para darle pie a que continuara.
-La dejé embarazada... y ella abortó. Mis pa­dres no saben nada de todo esto -dijo bajando la vista.
Años después, todavía se sentía culpable y avergonzado.
-Entiendo -dije-. ¿Me dejas que te expli­que lo que he aprendido sobre el aborto? .
Asintió con la cabeza. Él sabía que yo era es­pecialista en el campo de la hipnosis y de las vi­das pasadas.
-Una interrupción del embarazo o un abor­to natural suele estar relacionado con el pacto que se establece entre la madre y el alma que va a entrar en el bebé.  El cuerpo del bebé carecía de la salud suficiente para llevar a cabo su tarea en la vida que le esperaba -continué-, o aquel no era el momento oportuno para sus objetivos, o la situación externa había cambiado, en este caso debido a la desaparición del padre en el momen­to en que los planes del bebé o de la madre nece­sitaban la figura paterna. ¿ Comprendes?
-Sí -asintió, pero no parecía muy conven­cido.
Yo sabía que su estricta educación católica acentuaba su sentimiento de culpabilidad y su vergüenza. A veces nuestras creencias fijas son un obstáculo para la adquisición de nuevos conocimientos.
Volví a lo fundamental.
-Te hablaré sólo de mi propia experiencia como investigador y terapeuta -le expliqué-, y no de lo que he leído o de lo que otros me han contado. Se trata de la información que me transmiten mis pacientes cuando están profun­damente hipnotizados. A veces las palabras son suyas, y en otros casos por lo visto provienen de una fuente superior.
Pedro asintió de nuevo sin decir palabra. -Mis pacientes explican que el alma no entra en el cuerpo enseguida. Aproximadamente du­rante la concepción, el alma reserva el cuerpo. Entonces, ninguna otra alma puede disponer de ese cuerpo. El alma que ha reservado el cuerpo de un determinado bebé puede entrar y salir de él cuando lo desee. N o está confinada. Es algo parecido a estar en coma -añadí.
Pedro movía la cabeza en señal de haber en­tendido mis palabras. Seguía sin hablar, pero me escuchaba atentamente.
-Durante el embarazo, el alma se va uniendo gradualmente al cuerpo del bebé -continué-, pero la unión no es completa hasta que se acerca el nacimiento. Puede producirse un poco antes, durante el parto o nada más nacer.
Para ilustrar este concepto junté mis manos desde la base de las palmas y las separé formando un ángulo de noventa grados. Poco a poco las fui cerrando hasta que se unieron las dos palmas y los dedos simbolizando el gesto universal de la oración y mostrando el vínculo gradual que se produce entre el alma y el cuerpo.
-Un alma no puede ser nunca dañada ni tampoco se la puede matar -dije-. El alma es inmortal e indestructible. Siempre encontrará un camino de regreso si así ha sido dispuesto.
-¿ Qué quieres decir? -preguntó Pedro.
-Me he topado con casos en que la misma alma, después de un aborto, provocado o espon­táneo, regresa a los mismos padres en el siguien­te bebé que procrean.
-¡Increíble! -respondió Pedro.
Su rostro se iluminó, mientras su sentimiento de culpabilidad y su vergüenza se iban desvane­ciendo.
-Nunca se sabe -añadí.
Tras unos segundos de reflexión, Pedro suspi­ró y cruzó las piernas mientras se ajustaba los pantalones. Volvimos a la primera parte de la se­sión.
-¿ Qué pasó después de aquello? -le pre­gunté.
-Después de licenciarme volví a casa. Al principio trabajé en las fábricas de mi padre y aprendí cómo funcionaba el negocio. Más ade­lante vine a Miami para dirigir la sucursal de aquí y ocuparme de las exportaciones. Desde entonces vivo aquí -explicó.
-¿ Cómo va el negocio? -le pregunté. -Muy bien, pero tengo que dedicarle dema­siado tiempo.
-¿Eso es un gran problema?
-Perjudica mi vida amorosa -dijo Pedro esbozando una media sonrisa.
No bromeaba del todo. Tenía veintinueve años y sentía que se le estaba escapando el mo­mento de encontrar el amor, casarse y crear una familia. Se le estaba escapando y no había" nada en perspectiva.
-¿Te relacionas con mujeres actualmente? -Sí -contestó-, pero no hay nada especial.
No me enamoro... espero que me ocurra algún día -añadió con cierta preocupación en su voz-, Dentro de poco tendré que regresar a México y quedarme a vivir allí -dijo pensati­vo-, para ocuparme de los asuntos de mi hermano. Tal vez allá conozca a alguna mujer -añadió sin demasiada convicción.
Me pregunté si el hecho de que su madre siempre criticara a sus novias y la experiencia con aquella mujer casada que decidió abortar eran lo que bloqueaba psicológicamente a Pedro a la hora de establecer una relación amorosa. Pensé que lo mejor era dejar estas cuestiones pa­ra más tarde.
-¿Cómo está tu familia en México? -pre­gunté para aligerar el ambiente al tiempo que se­guía recogiendo información.
-Están bien. Mi padre tiene más de setenta años y mi hermano y yo... -Pedro se detuvo bruscamente, tragó saliva e hizo una profunda inspiración antes de proseguir-: En fin, ahora tengo más responsabilidad en el negocio -con­cluyó en voz baja-. Mi madre también está bien.
Hizo una pausa antes de rectificar lo que ha­bía dicho:
-Pero ninguno de los dos ha asumido la muerte de mi hermano. Les ha dejado destroza­dos. Han envejecido mucho.
-¿Y tu hermana?-
-Está muy triste, pero tiene a su marido y a sus hijos -me explicó.  
Asentí con la cabeza en señal de haberle entendido: su hermana disponía de más recursos para combatir el dolor que él.
Pedro tenía una salud de hierro. Solamente sentía un dolor esporádico en el cuello y en el  hombro izquierdo. Esta molestia le incomodaba  desde hacía mucho tiempo, pero los médicos nunca le encontraron nada fuera de lo normal.
-Me he acostumbrado a vivir con ello –me dijo.
Al pensar en el tiempo que quedaba consulté el reloj y vi que ya habían pasado veinte minutos de la hora. Normalmente mi alarma interna no falla. «La dramática historia de Pedro debe de haberme absorbido por completo», me dije, sin saber que me esperaban dramas mucho más im­pactantes que no habían hecho más que empezar a revelarse.

Thich Nhat Hanh, un filósofo y monje bu­dista vietnamita, escribe sobre cómo disfrutar de una buena taza de té. Debemos estar completa­mente atentos al presente para disfrutar de una taza de té. Sólo siendo conscientes del presente nuestras manos sentirán el calor de la taza. Sólo en el presente aspiraremos el aroma del té, sabo­rearemos su dulzura, y llegaremos a apreciar su exquisitez. Si estamos obsesionados por el pasa­do o preocupados por el futuro, dejaremos esca­par la oportunidad de disfrutar de una buena ta­za de té. Cuando miremos el interior de la taza, su contenido ya habrá desaparecido.
Con la vida ocurre lo mismo. Si no vivimos plenamente el presente, en un abrir y cerrar de ojos la vida se nos habrá escapado. Habremos perdido sus sensaciones, su aroma, su exquisitez y su belleza, y sentiremos que ha transcurrido a toda velocidad.
El pasado ya ha pasado. Aprendamos de él y dejémoslo atrás. El futuro ni tan siquiera ha lle­gado. Hagamos planes para el futuro, pero no perdamos el tiempo preocupándonos por él. Preocuparse no sirve para nada. Cuando deje­mos de pensar en lo que ya ha ocurrido, cuando dejemos de preocupamos por lo que todavía no ha pasado, estaremos en el presente. Sólo enton­ces empezamos a experimentar la alegría de vivir.

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LAZOS DE AMOR – BRIAN WEISS 4

VIDA ANTES DE LA VIDA




LAZOS DE AMOR – BRIAN WEISS
cap- IV-
 
De modo que la idea de la reencarnación explica de forma muy reconfortante la rea­lidad, permitiendo con ello que el pensa­miento hindú venza aquellas dificultades que dejan paralizados a los pensadores eu­ropeos.
ALBERT SCHWEITZER

La primera vez que Elizabeth experimentó una regresión fue una semana después. No me costó provocarle un estado hipnótico mediante el rápido método de inducción cuyo objetivo es evitar los bloqueos y las barreras de la mente consciente.
La hipnosis es un estado de gran concentra­ción, pero el ego, la mente, tienen la capacidad de interferir en esta concentración con pensamien­tos perturbadores. Mediante la rápida técnica de inducción, logré que Elizabeth entrara en un es­tado de hipnosis profunda en un minuto.
Le había dado una cinta magnetofónica de re­lajación para que la escuchara durante la semana anterior al inicio de estas sesiones. La había gra­bado para ayudar a mis pacientes a practicar las técnicas de auto hipnosis. Me di cuenta de que cuanto más ensayaban en casa, más profundo era el estado al que llegaban en mi consulta. Esta cinta les ayuda a relajarse y muy a menudo tam­bién a dormirse.  
Cuando llegó a casa, Elizabeth intentó escu­charla, pero no conseguía relajarse. Estaba de­masiado ansiosa. ¿ Y si pasaba algo? Ella tenía miedo, porque estaba sola y nadie podría ayu­darla.
Su mente la "protegía» dejando que la inunda­ran pensamientos cotidianos para distraer así su atención de la cinta de relajación. El nerviosismo y los pensamientos le impedían concentrarse.
Cuando me explicó lo que le había pasado, decidí llevar a la práctica otro método de hipno­sis más rápido con el fin de superar los obstácu­los y temores que bloqueaban su mente.
El método más utilizado para provocar un trance hipnótico se llama «relajación progresi­va». En primer lugar hay que conseguir que el paciente respire lentamente. A continuación el terapeuta le suscita un estado de relajación indi­cándole con suavidad que distienda los músculos poco a poco. Después le pide que intente visuali­zar imágenes agradables y relajantes. Mediante técnicas como la de contar hacia atrás, el tera­peuta ayuda al paciente a llegar a un estado de re­lajación todavía más profundo.
En ese momento, el paciente está en un trance hipnótico entre ligero y moderado, y el terapeu­ta puede intensificado si lo desea. El proceso en­tero dura unos quince minutos.
Sin embargo, durante este cuarto de hora, es posible que la mente del paciente piense, analice o delibere en lugar de dejarse llevar por la suges­tión. En ese caso, se interrumpe el proceso hip­nótico,
Los contables y otras personas cuyas profe­siones les obligan a pensar de un modo lógico, li­neal y muy racional, suelen dejar que su mente interrumpa el proceso. Aunque estaba convenci­do de que Elizabeth podía llegar a un estado de hipnosis profundo fuera cual fuera la técnica que usara, decidí emplear un método más rápido pa­ra asegurarme.
Le indiqué que se sentara inclinada hacia de­lante, que no apartara la vista de mis ojos y que hiciera presión con la palma de su mano derecha sobre la mía. Yo estaba de pie frente a ella.
A medida que la palma de su mano presiona­ba la mía, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante, empecé a hablarle. Sus ojos no se apartaban de los míos.
De repente, sin avisarla, retiré la mano de de­bajo de la suya. Su cuerpo, entonces sin apoyo alguno, se tambaleó hacia delante. En aquel pre­ciso momento, le dije en voz muy alta: «¡Duér­mete!»
Su cuerpo se desplomó al instante sobre el respaldo del sillón. Entró en un profundo trance hipnótico. Mientras su mente se concentraba en no perder el equilibrio del cuerpo, la orden que acababa de darle pasó directamente y sin interfe­rencia alguna a su subconsciente. Elizabeth en­tró en un estado de «sueño» consciente equiva­lente a la hipnosis.
-Puedes recordado todo, cada experiencia que hayas vivido -le dije.
Ahora ya podíamos emprender el viaje hacia atrás. Quería asegurarme de cuál de sus sentidos predominaba en sus recuerdos y le pedí que pen­sara en la última vez que había comido bien. Le indiqué que empleara todos sus sentidos al re­cordar comida. Elizabeth recordó el olor, el sa­bor, la imagen y la sensación de que la comida estaba recién hecha, y de este modo comprobé que era capaz de evocar recuerdos vívidos. Al parecer, el sentido que predominaba en su caso era la vista.
Seguidamente hice que se trasladara a la infan­cia para ver si recuperaba algún recuerdo placen­tero de sus primeros años en Minnesota. Sonrió como una niña pequeña, llena de satisfacción.
-Estoy en la cocina con mi madre. Parece muy joven. Yo también lo soy. Soy pequeña. Tengo unos cinco años. Hacemos pasteles... y galletas. Es divertido. Mi madre se siente feliz. Lo veo todo, el delantal, su pelo recogido. Me encanta cómo huele aquí.
-Pasa a otra habitación y dime lo que ves -le sugerí.
Entró en el salón. Empezó a describir un gran mueble de madera oscura. El suelo estaba des­gastado. También vio un retrato de su madre. Era una foto enmarcada que estaba sobre una mesa de madera oscura situada junto a un amplio y cómodo sillón.
-Es mi madre -continuó Elizabeth-. Es guapa... y tan joven    Lleva un collar de perlas.
Ella adora esas perlas. Sólo las lleva en ocasiones especiales. Su hermoso vestido blanco... su pelo oscuro... y sus ojos, tan brillantes y vivos.
-Bien -dije-. Me alegra que la recuerdes y que la veas con tanta nitidez.
El hecho de recordar una comida reciente o una escena de la infancia ayuda a consolidar la confianza del paciente en su capacidad para evo­car recuerdos. A Elizabeth, estos recuerdos le de­muestran que la hipnosis funciona y que no es un proceso peligroso, sino que puede ser incluso pla­centero. Los pacientes descubren que los recuer­dos que evocan suelen ser más vívidos y detalla­dos que los que surgen de la mente consciente.
Nada más abandonar el estado de trance, casi siempre recuerdan conscientemente lo que han evocado durante la hipnosis. Raras veces los pa­cientes experimentan un estado de trance de tal profundidad que después no recuerden nada. Aunque suelo grabar las sesiones de regresión pa­ra más seguridad y para poder recurrir a la cinta en caso necesario, la grabación sólo la utilizo yo. Los pacientes lo recuerdan todo perfectamente.
-Ahora vamos a ir todavía más lejos. No im­porta si lo que te viene a la mente es imaginación, fantasía, metáfora, símbolo, un recuerdo real o cualquier combinación posible entre estos ele­mentos -le dije-. Dedícate sólo a experimen­tar. Intenta que tu mente no juzgue, ni critique ni comente lo que experimentes. Simplemente ví­velo. Lo único que tienes que hacer es experi­mentar. Puedes criticado y analizado todo des­pués. Pero por el momento déjate llevar y vive la experiencia.
»Vamos a retroceder hasta el útero, hasta tu período uterino, justo antes de que nazcas. Sea lo que fuere lo que irrumpa en tu mente, es bueno. Déjate llevar por esta experiencia. Empecé a contar hacia atrás desde cinco hasta uno para que su estado hipnótico se hiciera más profundo.
Elizabeth se trasladó al útero materno. Sentía seguridad y calor, y el amor de su madre. De sus ojos cerrados brotaron dos lágrimas.
Recordó lo mucho que sus padres la querían, especialmente su madre. Eran lágrimas de felici­dad y nostalgia.
Evocó el amor con que se la recibió al nacer, y esto la hizo muy feliz.
La experiencia que vivió dentro del útero ma­terno no es una prueba fehaciente de que el re­cuerdo fuera preciso o completo. Pero las sensa­ciones y emociones que tuvo fueron tan intensas, poderosas y reales que hicieron que se sintiera mucho mejor.      ­
En una ocasión, una de mis pacientes recordó bajo hipnosis que había nacido con una hermana gemela que murió en el parto. Sin embargo, mi paciente no lo había sabido hasta entonces por­que sus padres nunca se lo habían dicho. Cuan­do ella les explicó la experiencia que tuvo du­rante la hipnosis, su,: padres le confirmaron la exactitud de su recuerdo. Efectivamente, había tenido una hermana gemela.
Por lo general, no obstante, los recuerdos del útero materno son difíciles, de verificar.
-¿ Estás preparada para ir todavía más lejos? -le pregunté, con la esperanza de que no se hu­biera asustado demasiado después de haber sen­tido aquellas emociones tan intensas.
-Sí -me contestó tranquilamente-. Estoy preparada.
-Perfecto -dije-. Ahora vamos a ver si puedes evocar algún recuerdo anterior a tu naci­miento, ya sea en un estado místico o espiritual, en otra dimensión o en una vida pasada. Sea lo que sea lo que irrumpa en tu mente, es bueno. No emitas juicios. No te preocupes. Sólo déjate llevar y vive el momento.
Conseguí que empezara a imaginar cómo en­traba en un ascensor y apretaba el botón mientras yo iniciaba la cuenta hacia atrás de cinco a uno. El ascensor retrocedía en el tiempo y viajaba a través del espacio, y la puerta se abrió en el momento en que yo pronuncié el número uno. Le indiqué que saliera y que se enfrentara a la persona, escena o experiencia que la aguardaba al otro lado de la puerta. Pero no sucedió lo que yo esperaba.
-Está todo muy oscuro -dijo con voz ate­rrorizada-. Me he caído del barco. Hace mucho frío. Es horrible.
-Si empiezas a sentirte incómoda -dije in­terrumpiéndola-, flota por encima de la escena y contémplala como si se tratara de una película. Pero si no te sientes mal, quédate ahí. Observa lo que ocurre. Vive los acontecimientos.
La experiencia la aterrorizó y empezó a flotar por encima de la escena. Se veía a sí misma como un adolescente. Después de haberse caído de un barco en mitad de una noche tormentosa, se ha­bía ahogado en esas oscuras aguas. De repente, la respiración de Elizabeth se tranquilizó conside­rablemente, y pareció recuperarse. Se había sepa­rado del cuerpo.
-He salido de este cuerpo -dijo con bas­tante naturalidad.
Todo esto había ocurrido con gran rapidez. Antes de que pudiera examinar aquella vida, ella ya había abandonado el cuerpo. Le pedí que re­cordara lo que acababa de experimentar y que me dijera lo que podía ver y entender al respecto.
-¿ Qué estabas haciendo en el barco? -le pregunté, intentando retroceder en el tiempo aunque ya hubiera salido de aquel cuerpo.
-Iba de viaje con mi padre -dijo-. De re­pente, estalló una tormenta. El barco empezó a llenarse de agua y a tambalearse. Las olas eran enormes y salí despedido por la borda.
-¿Qué ocurrió con los demás pasajeros? -le pregunté.
-No lo sé -dijo-, las olas me arrastraron por el barco hasta que caí al agua. No sé qué les pasó a los demás.
-¿Qué edad tenías aproximadamente cuan­do sucedió esto?
-No lo sé, alrededor de doce o trece años. Era un adolescente -respondió.
No parecía muy deseosa de darme más deta­lles. Había abandonado aquella vida muy rápi­do, tanto la vida en sí como el hecho de recordarla en mi consulta. Ya no podíamos obtener más datos. Siendo así, la desperté.

Una semana más tarde Elizabeth estaba me':' nos deprimida a pesar de que no le había receta­do antidepresivos para aliviar los síntomas de la aflicción y la depresión.
-Me siento más ligera, más libre, y ya no es­toy tan inquieta en la oscuridad -me dijo.
Nunca le había gustado la oscuridad y trataba de no salir sola de noche. En su casa siempre ha­bía alguna luz encendida. Sin embargo, la sema­na anterior había notado una mejoría en este sín­toma. Yo no lo sabía, pero tampoco le gustaba nadar, porque le producía angustia. Me explicó que aquella semana se había pasado horas en la piscina y en el jacuzzi de la urbanización donde vivía.
Aunque eso no era lo que más la preocupaba, el progreso que había experimentado respecto a aquellos síntomas la reconfortó.
Muchos de nuestros temores se basan en el pasado, y no en el futuro. A menudo, lo que más miedo nos da son hechos que nos han ocurrido en la infancia o en una vida pasada. Como los he­mos olvidado o sólo los recordamos muy vaga­mente, tenemos miedo de que esos hechos trau­máticos tengan lugar en el futuro.
Aun así, Elizabeth se sentía triste porque sólo habíamos encontrado a su madre en un remoto recuerdo de la infancia. La búsqueda debía con­tinuar.
La historia de Elizabeth es fascinante. La de Pedro también. Pero sus casos no son los únicos. Muchos de mis pacientes padecen una profunda aflicción, miedos y fobias, y su vida amorosa es un fracaso. Muchos de ellos encuentran a su amor perdido en otro tiempo y otro lugar. Mu­chos otros consiguen aliviar su dolor recordan­do vidas pasadas y experimentando estados espi­rituales.
Algunas de las personas que se han sometido a la terapia de regresión son famosas. Otras son gente corriente con un pasado apasionante. Sus experiencias son un reflejo de los temas univer­sales expresados en el revelador viaje de Pedro y Elizabeth a medida que se aproximaban a la en­crucijada de sus destinos.
Todos seguimos el mismo camino.
En noviembre de 1992 viajé a Nueva York con el fin de someter a una terapia de regresión a Joan Rivers, para su programa de televisión. Ha­bíamos quedado en que grabaríamos la sesión en la habitación de un hotel unos días antes de que se retransmitiera el  programa en directo. Joan llegó tarde porque el periodista de radio Ho­ward Stern, su invitado especial en el  programa de aquel día, la había entretenido. Joan, que ve­nía del plató, no estaba demasiado relajada. To­davía llevaba el maquillaje que le habían hecho para el programa, iba enjoyada y lucía un jersey rojo muy bonito.
Antes de iniciar la sesión, me contó que últi­mamente estaba muy afligida por la muerte de su madre y de su marido. Se sentó en un sillón de felpa estampado de color beige. Estaba tensa. Las cámaras empezaron a grabar lo que iba ser una escena extraordinaria.
Joan se arrellanó en el sillón y dejó que su mentón reposara ligeramente sobre la palma de su mano. Su respiración se tranquilizó y entró en un estado de hipnosis profunda. «El trance que alcancé era muy intenso», afirmó más tarde. Iniciamos la regresión, el viaje hacia el pasa­do. Su primera parada se produjo a la edad de cuatro años. Recordaba un día muy agobiante en su casa porque su abuela había venido a visitar­les. Joan la veía con una claridad total.
-Llevo un vestido a cuadros, calcetines blan­cos y unas sandalias Mary  Jane.
Continuamos indagando en un pasado más remoto. Era 1835 y Joan vivía en Inglaterra. Per­tenecía a la nobleza.
-Tengo el pelo muy oscuro. Soy alta y del­gada -dijo.
Tenía tres hijos.
-Veo con mucha claridad que uno de ellos es mi madre -añadió.
-¿Cómo sabes que es ella? -le pregunté.
-Simplemente lo sé. Es ella -contestó con firmeza.
No reconoció a su marido, al igual que ella al­to y delgado, como una persona presente en su vida actual.
-Lleva un sombrero de copa de piel de castor -dijo, concentrada-. Va bien vestido. Estamos paseando por un gran parque lleno de jardines.
Joan empezó a llorar y dijo que quería aban­donar aquella vida. Uno de sus hijos se estaba muriendo.
-¡Es ella! -dijo sollozando, refiriéndose a la hija a la que había reconocido como su madre en la vida actual-. ¡Qué desgracia! ¡Es terrible­mente triste! -añadió.
Nos adentramos todavía más en sus vidas pa­sadas hasta remontamos al siglo XVIII.
-Es el año mil setecientos y algo... Soy un hombre. Soy granjero -dijo sorprendida por el cambio de sexo.
Esta vida parecía más dichosa. -Soy muy buen granjero porque amo la tie­rra profundamente -explicó.
Joan, en su vida actual, adora trabajar en su jardín, la relaja y con esa actividad descansa de su estresante vida profesional en la televisión.
La desperté con suavidad. Su aflicción ya ha­bía empezado a aliviarse. Descubrió que su ama­da madre, que en 1835 fue su hija pequeña en In­glaterra, había sido una de sus almas gemelas a través de los siglos. Aunque ahora estaban otra vez separadas, Joan sabía que volverían a reunir­se, en otro tiempo y en otro lugar.
Elizabeth, que no sabía nada de la experiencia de Joan, vino a verme buscando una cura similar. ¿ Encontraría ella también a su querida madre?
Mientras tanto, en la misma consulta y en el mismo sillón, separado de Elizabeth por el insig­nificante lapso de tres días, otro drama se estaba desarrollando.
Pedro sufría mucho. Su vida era un valle de lágrimas, de secretos sin compartir y de deseos ocultos. El momento del encuentro más signifi­cativo de toda su vida se iba acercando, silencio­samente pero con rapidez. .

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LAZOS DE AMOR – BRIAN WEISS 3

VIDA ANTES DE LA VIDA




LAZOS DE AMOR – BRIAN WEISS
cap- III
 3
¡Hace tanto tiempo! Y todavía sigo sien­do la misma Margaret. Lo único que envejecen son nuestras vidas. Donde estamos, los siglos sólo son como segundos, y después de vivir mil vidas, nuestros ojos empiezan a abrirse.
EUGENE O'NEILL
Antes de iniciar el tratamiento de Catherine, nunca había oído hablar de la terapia de regre­sión a vidas pasadas. En la época en que yo estu­diaba, el programa de enseñanza no incluía esta materia, ni en la Facultad de Medicina de Yale ni en ninguna otra. Todavía recuerdo perfectamen­te la primera vez que apliqué este método. Había indicado a Catherine que retrocediera en el tiem­po con el objetivo de descubrir traumas de la infancia que tenía reprimidos ti olvidados, y que yo pensaba que eran los responsables de su an­siedad y su depresión.
Ella había llegado a un estado de hipnosis profunda que yo le había provocado hablándo­le con voz suave y relajante. Muy concentrada, atendía a mis instrucciones.
En la primera sesión de terapia realizada una semana antes habíamos practicado la hipnosis por primera vez. Catherine había recordado al­gunos traumas de su infancia con bastante deta­lle y emoción. Normalmente, en la terapia de re­gresión, si los traumas olvidados que se evocan van acompañados de emociones, un proceso que recibe el nombre de «catarsis», el paciente em­pieza a mejorar. Pero los síntomas de Catherine seguían siendo graves y supuse que lo mejor era que continuara recordando episodios de su ni­ñez aún más reprimidos. De esta manera podría mejorar.
Conseguí que se trasladara a la edad de dos años, pero no fue capaz de recordar nada significativo.
-Regresa al punto en donde tus síntomas empiezan a manifestarse -le ordené claramente y con firmeza.
Me quedé atónito al oír su respuesta.
-Veo unas escaleras de peldaños blancos que conducen a un edificio, un edificio blanco con columnas, abierto. N o hay puerta de entrada. Llevo un vestido largo... y un saco de tela tosca. Tengo el pelo rubio y largo, y lo llevo trenzado.
Era una mujer joven llamada Aronda que vi­vió hace unos cuatro mil años. Murió inespera­damente en una inundación o un maremoto que arrasó su pueblo.
-Unas olas enormes arrancan los árboles. N o hay escape posible. Hace frío, el agua está helada. Tengo que salvar a mi bebé, pero no pue­do... sólo puedo apretado bien fuerte entre mis brazos. Me ahogo; el agua me asfixia. No pue­do respirar, no puedo tragar... agua salada. Me arrancan a mi hija de las manos.
Durante este trágico y emotivo recuerdo, Catherine jadeaba y tenía dificultad para respi­rar. De repente, su cuerpo se relajó por completo y empezó a respirar profunda y regularmente.
-Veo nubes... Mi hija está conmigo. Y tam­bién otras personas de mi pueblo. Veo a mi her­mano.
Estaba descansando. Aquella vida había ter­minado. Aunque ni ella ni yo creíamos en otras vidas, acabábamos de vivir intensamente una ex­periencia ancestral.
De un modo increíble, el miedo al ahogo y a la asfixia prácticamente desapareció de la vida de Catherine después de aquella sesión. Yo sabía que la fantasía y la imaginación no podían curar aquellos síntomas crónicos, tan profundamente arraigados. Pero la memori4 catártica sí.
A medida que pasaban las semanas, Catherine iba recordando más vidas anteriores. Sus sínto­mas desaparecieron. Se curó sin la ayuda de me­dicamentos. Juntos descubrimos el poder curati­vo de la terapia de regresión.
Debido a mi escepticismo y a mi rigurosa for­mación científica, me costó mucho aceptar la existencia de vidas pasadas. Dos factores aca­baron minando mi escepticismo: uno rápido y I muy emotivo, y otro gradual e intelectual. En una de las sesiones, Catherine acababa de I recordar que en una vida anterior había muerto víctima de una epidemia que había asolado la re­gión. Cuando todavía se hallaba en profundo es­tado de trance, consciente de que flotaba por en­cima de su cuerpo, fue atraída hacia un hermoso rayo de luz. Empezó a hablar:
-Me dicen que hay muchos dioses, porque Dios está en cada uno de nosotros.
Entonces empezó a revelarme detalles muy íntimos sobre la vida y la muerte de mi padre y de mi hijo pequeño. Ambos habían muerto años atrás, muy lejos de Miami. Catherine, que era ayudante de laboratorio del Mount Sinai Hospi­tal, no sabía absolutamente nada de ellos. Nadie podía haberle proporcionado todos aquellos da­tos. En ningún lugar podía haber conseguido to­da aquella información. La precisión de sus deta­lles fue impresionante.
Yo estaba sobresaltado y me estremecía a me­dida que ella iba revelando aquellas ocultas, se­cretas verdades.
-¿Quién está contigo? ¿Quién te está expli­cando todo esto? -le pregunté.
-Los Maestros -susurró-, me hablan los Espíritus Maestros. Me cuentan que he vivido ochenta y seis veces en un cuerpo físico.
En el transcurso de las sesiones restantes, Catherine transmitió muchos más mensajes que procedían de estos Maestros, unos mensajes her­mosos sobre la vida y la muerte, sobre cuestio­nes espirituales y sobre el cometido de nuestra vida en la tierra. ,
Mis ojos empezaban a abrirse al tiempo que mi escepticismo era cada vez menor.
Recuerdo que pensaba: «Puesto que Catherine no se equivoca respecto a mi padre y mi hijo, ¿po­dría entonces averiguar algo sobre las vidas pasa­das, la reencarnación y la inmortalidad del alma?»Creía que sí.
Los Maestros también hablaban de las vidas anteriores.

Elegimos el momento en que entramos en nuestro estado físico y el momento en que lo abandonamos. Sabemos cuándo hemos cum­plido la tarea que se nos encomendó realizar aquí en la tierra. Sabemos cuándo se nos aca­ba el tiempo y entonces aceptamos nuestra muerte. Pues sabemos qué esta vida que he­mos vivido ya no da más de sí. Cuando llegue el momento, cuando hayamos disfrutado del tiempo necesario para descansar y alimentar de energía nuestra alma, se nos permitirá es­coger nuestro regreso al estado físico. Aque­llos que dudan, que no están seguros de que­rer regresar aquí, es probable que pierdan la oportunidad que se les ha brindado, la opor­tunidad de cumplir con su deber cuando se hallan en estado físico.
Desde que viví esta experiencia con Catheri­ne, he sometido a la terapia de regresión a más de mil pacientes. Pocos, muy pocos, alcanzaron el nivel de los Maestros. Sin embargo, he observa­do una sorprendente mejoría clínica en la mayo­ría de estas personas. He visto cómo los pacien­tes recuerdan un nombre durante la evocación de una vida anterior reciente y después he en­contrado documentos que verifican la existencia de esa persona en el pasado, confirmando los de­talles de la rememoración. Algunos pacientes in­cluso han encontrado sus propias tumbas de vi­das anteriores.
Varios de mis pacientes han pronunciado al­gunas palabras en idiomas que nunca han apren­dido o incluso oído en su vida actual. También he examinado a algunos niños que hablan len­guas extranjeras que no han aprendido con ante­rioridad. A esta capacidad se la denomina «xeno­glosia» .
He leído artículos de otros científicos que trabajan con la terapia de regresión y que han llegado a conclusiones muy similares a las mías.
Tal como describo con detalle en mi segundo libro, A través del tiempo, este método es muy útil para pacientes de distintas patologías, espe­cialmente para aquellos que sufren trastornos emocionales y psicosomáticos.
La terapia de regresión es también muy prác­tica cuando se trata de identificar y eliminar los hábitos negativos recurrentes en un paciente, co­mo por ejemplo la drogadicción, el alcoholismo y los problemas en las relaciones.
Muchos de mis pacientes evocan hábitos, trau­mas y relaciones desequilibradas que no sólo se manifestaron en sus vidas pasadas, sino que si­guen apareciendo en su vida actual.
Pondré como ejemplo el caso de una paciente que al regresar a una de sus vidas anteriores re­cordó que tenía un marido agresivo y violento que ha aparecido de nuevo en el presente encar­nado en su padre. Una pareja muy conflictiva descubrió que se habían matado mutuamente en cuatro de sus vidas pasadas. Las historias y las pautas son interminables.
Cuando se ha identificado la pauta que se re­pite constantemente y se entienden los motivos de su manifestación, entonces puede romperse. No tiene sentido seguir sufriendo.
No es obligatorio que el terapeuta y el pa­ciente crean en la existencia de vidas anteriores para que la técnica y el proceso de la terapia de regresión funcionen. Pero si se intenta, es fre­cuente que se obtenga una mejoría.
Casi siempre se produce un crecimiento espi­ritual.
En una ocasión sometí a la terapia de regre­sión a un suramericano que recordaba haberse pasado una vida entera atormentado por los re­mordimientos, tras haber formado parte del equipo que colaboró en la elaboración y más tar­de en el lanzamiento de la bomba atómica en Hi­roshima con el objetivo de poner fin a la Segun­da Guerra Mundial. Actualmente es radiólogo en un importante hospital y utiliza la radiación y los avances tecnológicos para salvar vidas en lu­gar de exterminadas. En su vida actual este hom­bre es un ser sensible, bondadoso y solidario.
Éste es un ejemplo de cómo puede evolucio­nar el alma y transformarse aunque haya pasado por vidas deleznables. Lo más importante es aprender, no juzgarse. Él aprendió lecciones de su vida durante la Segunda Guerra Mundial y ha aplicado sus conocimientos y habilidades para ayudar a otras almas en su vida actual. El senti­miento de culpabilidad que sintió en su vida an­terior no es importante. Lo que cuenta es apren­der del pasado, y no seguir pensando en ello y sintiéndose culpable.
Según una encuesta de USA Today/CNN/ Gallup realizada el 18 de diciembre de 1994, la creencia en la reencarnación está aumentando en Estados U nidos, un país que no se caracteriza por ir a la zaga en estos fenómenos. El porcentaje de estadounidenses adultos que cree en la reencarna­ción es del 27 %, cuando en 1990 era del 21 %.
Pero todavía hay más. El porcentaje de los que creen que puede establecerse contacto con los muertos ha aumentado del 18 % en 1990 al .28 % en diciembre de 1994. El 90 % cree en la existencia del cielo y el 79 % en los milagros. Hasta me parece oír a los espíritus aplaudiendo.

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Sobre Kwan Yin

En la teología Budhista Kwan Yin es a veces presentada como el capitan de el "Barco de la Salvación", guiando almas al Paraiso del Oeste de Amitabha, o la Tierra Pura, la tierra de bendición donde las almas pueden renacer para continuar recibiendo instrucción hasta llegar a la iluminación y la perfección.
El viaje se representa a menudo en grabados de madera, mostrando botes llenos de seguidores de Amitabha bajo la capitanía de Kwan Yin," la compasiva salvadora del este".

Amitabha, una amada figura a los ojos de los Budhistas que desean renacer en el Paraiso del Oeste y obtener la libertad de la rueda de renacimientos, es tenido, en el sentido místico o espiritual como el padre de Kwan Yin. Algunas leyendas de la Escuela Mahayana narran que Avalokitesvara era "nacido" de un rayo de luz blanca que Amitabha emitió de su ojo derecho cuando estaba en éxtasis.
Por eso Avalokitesvara (Kwan Yin), es apreciada como el "reflejo" de Amitabha - una emanación ulterior de la encarnación de "mahakaruna", (la gran compasión), la cualidad que Amitabha encarna en su más alto sentido.

Muchas figuras de Kwan Yin, se pueden identificar por la presencia de una pequeña imagen de Amitabha en su corona. Se considera que la misericordiosa redentora Kwan yin, expresa la compasión de Amitabha de un modo directo y personal y las oraciones a ella son respondidas más rapidamente . Como dicen sus devotos, "oraciones en mil lugares, reciben respuesta en mil lugares".
Esto que puede parecer una contradicción, no es tal dentro de la visión Buddhista, ya que un bodhisattva no es masculino ni femenino (en este aspecto, algo similar a los ángeles del cristianismo), y puede manifestarse tanto como hombre que como mujer, niño, niña, animal, etc., dependiendo del ser al que quieren socorrer .

Como dice el Sutra del Loto sobre Kwan Yin: "recurre a varios recursos o medios, viajes por el mundo, llevando los seres a la salvación. Apareciendo frecuentemente en el cielo o sobre las olas, para salvar a los que la llaman en situaciones de peligro, o al lado de personas enfermas, sobre las que rocía unas gotas de su agua y ¡curación milagrosa!

En muchas imágenes, se la representa llevando las perlas de la iluminación; o la Cintamani: La Joya que colma todos los deseos. También aparece a menudo portando una corriente de agua sanadora, el "Agua de la Vida", que derrama de un pequeño envase.

Con esa agua, los devotos y todas las cosas vivientes, son bendecidas con paz física y espiritual. Cuando se la representa llevando una gavilla de arroz maduro o una taza con granos de arroz, es como simbolo de su capacidad de generar fertilidad y sustento.

Las representaciones de Kwan Yin, a menudo van vinculadas a las del Dragón, poderoso símbolo de espiritualidad, sabiduría, fuerza y poderes divinos de transformación. Las imágenes portando un loto blanco hacen referencia a su pureza.

Algunos símbolos se asocian caracteristicamente con Kwan Yin: Una rama de Sauce, con el que ella rocia el nectar de la vida divina. El Sauce es un antiguo símbolo chamánico para la cultura China que lo vincula a la facultad de comunicar con los mundos espirituales y también como símbolo de la femenidad; una preciosa vasija simbolizando el néctar de la compasión y la sabiduría que son distintivos de los bodhisattvas; una paloma, signo de fecundidad; un libro o pergamino de oraciones en su mano, representando el dharma (enseñanza) de Budha o el Sutra (texto Budhista) el cual se dice Miao Shan tiene que recitar constantemente; y un rosario adornando su cuello con el cual ella invoca a los Buddhas por su socorro.


También hay representaciones de Kwan Yin curiosas como la de 1.000 brazos y mil ojos o la de once cabezas. En sus manos porta diferentes símbolos o adopta posiciones específicas de índole ritual llamados Mudras. En las representaciones de Kwan Yin con 1.000 brazos, se dice que cada mano representa un mudra diferente que simboliza diferentes medios para salvar a los seres sintientes.

Sus manos en posición ahuecada ofrece a veces la forma del Yoni Mudra, simbolizando la matriz como la puerta de entrada a este mundo a través del principio universal femenino. Al igual que Artemisa que también es una Diosa vinculada a los parajes silvestres como Kwan Yin, o María, es una Diosa virgen que protege a las mujeres siendo propicia tanto a las que optan por una vida religiosa retirada como a aquellas que desean matrimonio y descendencia, tal y como señalamos antes.


En Vietnam, Kwan Yin es invocada como protectora en tiempo de desastres naturales, y patrona de aquellos cuyas vidas dependen de los elementos, por lo cual a menudo se la encuentra en los altares de granjeros y pescadores. Muchos importantes monumentos budhistas de Vietnam están dedicados a Kwan Yin: La Montaña de Marmol, Pagodas, Altares, etc.

La posición de Kwan Yin es única en las Jerarquías Celestiales, está libre de orgullo o deseo de venganza, poco dispuesta a castigar aún a aquellos que lo tienen bien merecido. Aquellos que pueden sufrir horribles destinos kármicos en otros sistemas, pueden obtener renovación y purificación simplemente por implorar su gracia con total y absoluta sinceridad. Se dice que incluso aquel que está arrodillado ante la espada del verdugo, puede implorando con llanto sentido a la Diosa, hacer que ella destroce la espada en pedazos.
Hay Oraciones a Kwan Yin a las que se les atribuye especial eficacia, como puedes ver aquí.

Más allá de cualquier adscripción de este maravilloso ser a un credo determinado, Kwan Yin está dispuesta a darnos su amor, su misericordia y su ayuda; no importa que seas o no seas de esta o aquella religión. No obstante, para un mayor conocimiento de Kwan Yin, nos adentraremos en su papel dentro del mundo de las grandes religiones de oriente. Dentro del Budhismo, Kwan Yin es uno de los cuatro grandes bodhisattvas (P'u-sa en Chino) junto a Samantabhadra, Kshitigarbha (Di-cang) y Manjushri (Wen-shu) y en su aspecto masculino se identifica con el bodhisattva Avalokiteshvara, a quién en Tibetano se llama Chenresi: " Quién oye llorar al mundo". Recibe también los nombres de Quan Yin Guanyin o Koon Yum (en Chino), Quan'Am o Quan-Te Am Botat(en Vietnamita), Kuan-Te Am Bosa, Kwanseum Bosal o Kwan Um (en Coreano), Kannon o Shokakanzeon Bosatsu (en Japonés) y Kanin (en Balines), todas estas denominaciones femeninas.Kwan Yin ha hecho voto de permanecer en este plano (terrenal) y no entrar en los reinos celestiales hasta que todas las demás entidades vivientes hayan completado su proceso de iluminación y se liberen del ciclo de nacimiento, muerte y renacimiento (samsara). Hay muchas leyendas que dan cuenta de los milagros realizados por ella para socorrer a aquellos que buscan su ayuda. Tales historias siempre realzan su compasión para con todos los seres, su santidad, su iluminación, su amor incondicional y su accesibilidad.

Una de las leyendas más populares y que refuerzan la creencia en Kwan Yin como deidad femenina es la "Leyenda de Miao Shan". Esa accesibilidad se manifiesta también en su adoración y en la meditación sobre ella, casi exenta de dogma o ritual. No es una deidad distante.

Ese estandar de simplicidad, amor y bondad es el que ha de impulsar a sus devotos a ser más compasivos y amorosos. Un profundo sentido de servicio a los seres sintientes seguirá naturalmente a cualquier devoción a la Kwan Yin. De esta forma de pensar y actuar, deberá devenir inevitablemente un mundo mejor.

De acuerdo con una creencia popular de China, Kwan Yin vive en la isla de Pu-tuo-shan (El mundo de Lapislazuli), donde está el palacio sagrado de la diosa.Algunas corrientes metafísicas y vinculadas a las enseñanzas de los "Maestros Ascendidos" tienen una visión algo diferente de Kwan Yin. Así, afirman cosas muy curiosas: Que tiene un templo llamado "Templo Etérico de la Misericordia" localizado "etéricamente" cerca de (más bien sobre) Pekín y que está rodeado de 12 pequeños templos, en los cuales habitan todas las legiones de seres que se encuentran a su servicio. En dicho templo, arde la llama de la misericordia y de la compasión la Tierra y todas sus evoluciones.

Ella dirige la Llama de Misericordia y Compasión y su servicio a la humanidad es Misericordia y Sanación.Ella es uno de los que están a cargo de ejercer actividades de sanación sobre la humanidad en la tierra. Kwan Yin es miembro del Equipo Kármico. Y según las leyendas habría vivido por 1.000 años antes de ascender. Recibió la Corona de Chohan del Séptimo Rayo para el próximo ciclo de 2.000 años, hace ya 14.000 años, estándo en tal posición desde 1954, fecha en la cual Saint Germain la dejó. Es Iluminadora e Interceptora de la Séptima era de Acuario.

El símbolo de Kwan Yin es el Loto de 5 pétalos. Su rayo es el Rayo Violeta de la Conciencia Crística. Kwan Yin, hace énfasis en que la curación no proviene de ella, sinó que es un regalo de Dios. Kwan Yin, es la manifestación de lo femenino, la Madre Cósmica, similar a otras figuras de culturas y religiones de profunda raigambre histórica como María en el Cristianismo, a quién se puede considerar una emanación de Kwan Yin; Isis en en Egipto antiguo; Tara en el Budhismo Tibetano; Shakti, Parvati, Sita o Radha en el Hinduismo, etc. Algunos estudiosos creen que las representaciones de Kwan Yin, están influidas por el contacto con los primeros misioneros cristianos, de ahí la similitud que a veces se aprecia entre la iconografía de la Diosa y la de la Virgen María, llegando a utilizarse imágenes de Kwan Yin para adorar a la madre de Jesús entre los cristianos chinos, ya que Kwan Yin representada como "La honorable del ropaje blanco", parece una virgen cristiana.

También la Tara tibetana es llamada "Pandaravasini": vestida de blanco. No nos debería extrañar que tanto orientales como occidentales, manifestasen de manera similar los principios de misericordia, amor incondicional y santidad.

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