¿POR QUÉ EL 4 ES EL NÚMERO DE LA MALA SUERTE EN CHINA?
EN MANDARÍN, EL CUATRO SE PRONUNCIA DE FORMA SIMILAR
A LA PALABRA «MUERTE» , MIENTRAS QUE EL OCHO SIGNIFICA RIQUEZA
Algunos ascensores de China no tienen el número cuatro ni el trece porque traen mala suerte
Con 5.000 años de Historia y 1.350 millones de habitantes, China es un país tan supersticioso que ha elevado la numerología a la categoría de obsesión nacional. Mientras en Occidente se asocia la mala suerte al número 13, aquí el mal fario lo trae el cuatro.
El motivo es que, en mandarín, dicho número («sì») se pronuncia de forma similar a la palabra «muerte» («sï»).
Un sonido que espanta a los habitantes de este país hasta tal punto que ha sido estigmatizado y se intenta evitar a toda costa en la vida cotidiana. Por eso, muchos ascensores en China no disponen de la cuarta planta en su tablero, pero tampoco del piso 14, ni del 24, ni del 34, ni del 44 (mucho menos de este), ni de cualquier número que acabe en cuatro.
Cuando dichos edificios prescinden de la planta cuarta (y de todas las que acaben en ese dígito), las escaleras conducen desde el tercer piso hasta el quinto sin escalas intermedias.
Para evitar el infortunio, nadie quiere vivir en una planta que acabe con el número cuatro. Si lo hace, en caso de encontrar alguna, regateará al máximo el precio de la vivienda a cambio de arriesgarse a morar en un lugar con tan malos augurios.
Pero este pánico al cuatro no se reduce solo a los ascensores porque, al fin y al cabo, la vida está tan llena de cuatros como de cincos u ochos. Un número este último que, por el contrario, es perseguido por los chinos con ahínco porque es sinónimo de buena suerte, prosperidad y riqueza.
Valga como ejemplo que los números de teléfonos móviles, que llegan a tener hasta once dígitos, cuestan más o menos en función de los cuatros u ochos que tengan. Algo difícil de asimilar para un occidental que acuda a comprar un celular, pues no solo deberá abonar el terminal sino también adquirir aparte su número.
Para que elija, los empleados de la tienda desplegarán ante él una lista de números en la que, si escoge una combinación con varios cuatros, pagará solo unos cinco euros, pero, si opta por unos cuantos ochos, deberá desembolsar hasta diez o quince veces más.
Esta obsesión también alcanza a las matrículas de los coches, que en grandes ciudades como Pekín se otorgan mediante una lotería para limitar el tráfico. Dichas placas se dividen entre las blancas del Ejército, las azules de los vehículos privados y las negras reservadas para los «laowai» (extranjeros).
Como no podía ser de otra manera, los generales del Ejército y los altos cuadros del Partido Comunista se reservan las matrículas con mayor número de ochos disponibles, mientras que los menos afortunados deben contentarse con circular con algún cuatro en su placa aun a riesgo de que el lujo de tener un utilitario les cueste un accidente.
Porque, al fin y al cabo, para los chinos todo es cuestión de suerte.
Consúltame por los estudios numerológicos que realizo para personas, empresas, elección de nombres personales o para emprendimientos.