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A mi padre

 

Día del Padre-Marianela Garcet


Hoy desperté con la idea de un homenaje a los padres, a todos los que están y también a los que no. A los que partieron recientemente o hace muchos años, como mi padre, porque ellos siempre están presentes, cada día de nuestras vidas, porque los hijos somos parte de esa esencia que nuestro padre puso en cada uno y que nos hace únicos e irrepetibles, y a la vez, parecidos, en algo, poco o mucho, a nuestros hermanos, para quienes los tenemos. Esa esencia compartida, en la cual nos reconocemos, es la partecita que cada padre puso en nosotros.

Día del Padre-Marianela Garcet

En mi caso, si bien no tuve una gran relación con el mío porque fui muy rebelde y me rebelé contra todo lo que él me había impuesto, lo extraño muchísimo, y me hace falta cada día de mi vida. 

Su educación fue sumamente estricta. No nos dejaba pasar una, como dirían ahora. Si bien no estaba la mayor parte del día, como tantos de esa generación, en la cual, en su mayoría, trabajaban solo los padres, sabíamos que cuando venía, si mamá le contaba algo que hicimos mal, sería muy vergonzoso para nosotros. Temíamos a una reacción que nunca existió. En realidad, quien nos ponía más límites era nuestra madre, pero también los ponía con el aviso, que por lo que luego leí, a muchos hijos de mi generación les pasaba igual “cuando venga tu padre, le contaré”, ¡era terrible eso! No sé a qué le temíamos, porque en mi caso, papá jamás nos levantó la mano, jamás nos castigó, y le teníamos un respeto que solo imponía con su gesto adusto, reconcentrado en su diario que leía siempre de punta a punta, y más que nada en ese sentido del deber, de que había que hacer lo correcto siempre, como algo tácito, que se desprendía de su persona.

Como hija, creo que fui la que le dio más trabajo, lo hice preocupar, sin quererlo obviamente, simplemente porque me volví rebelde, para crecer, y luego me dí mil veces la cabeza contra la pared, solo porque era parte de mi crecimiento seguramente, como a muchos les habrá pasado. Si hubiera sabido, si me hubiera dado cuenta de cuanto lo habré hecho sufrir, tal vez no hubiese hecho nada. Creo que él, a pesar de haber sufrido seguramente mucho por lo que yo hacía, entendió sin saberlo o sin proponérselo, que yo debía crecer, y que él debía permitir que así fuera, aunque le costara mucho.

Tenía mucha carga sobre sus hombros, como muchos hombres de su generación, que no permitían que sus esposas trabajaran porque querían que educaran a sus hijos, delegaban toda esa responsabilidad en su mujer porque la veían más capacitada para ello y ellos se cargaban la mochila de trabajar todo el día para proveer lo mejor a su familia.

 Mi padre salía muy temprano de casa, se levantaba a las 5 am, eso lo recuerdo siempre y volvía alrededor de las 21.00 para que podamos cenar en familia todos.

En ese momento todo lo veíamos como normal, pero yo siempre me daba cuenta de que trabajaba mucho y se esforzaba demasiado y de que era demasiado el tiempo que trabajaba, solo para darnos una excelente educación y una tranquilidad económica en general.

Mi padre era muy humilde en su forma de ser. Se decía a sí mismo “comerciante” y era en realidad un empresario, que manejaba una fábrica, y sufría a diario los embates de la política de turno que finalmente en su vejez logró que su empresa que le costó tanta vida, quebrara y no quedara ni un céntimo de lo que tanto le llevó lograr. Cosa que a muchos argentinos les habrá pasado. Algo que ha sido y es, moneda corriente en este país. Todo esto, lo de los embates de la política, y su lucha cotidiana y renegar contra los políticos constantemente, lo entendí ya de grande, porque en nuestro querido país, todo ha sido siempre igual… lamentablemente.

De adolescente lo enfrenté mucho y muy duramente. Le reproché cosas, y nos peleábamos fuertemente, dentro de los parámetros que en casa existían, nada de gritos, solo palabras que encerraban cosas fuertes, nada más, sin demasiados exabruptos, pero fueron momentos duros para él con certeza. Yo hacía lo que en ese momento mi exaltación adolescente o juvenil me dictaba en pos de esa libertad que tanto anhelaba y que luego me llevó a alejarme tanto de él. Sin embargo, si bien me alejé físicamente, sus enseñanzas, muchas por la educación formal que me brindó, otras por las tácitas, aquellas que día a día observaba en su comportamiento, fueron formando en mí eso que me acompañó siempre y que fue mi esencia: una persona de bien, que trabaja y trabajó muchísimo durante toda su vida, y que lo hizo con honestidad y responsabilidad, tanto como él lo hizo.

Día del Padre-Marianela Garcet

Sin embargo, mi padre nunca me felicitó, porque siempre tenía algo para criticarme o algo duro para decirme. Creo que no logré llegar a demostrarle que sus enseñanzas no habían caído en saco roto.

Por eso cada año, en un intento de que le llegue adonde está ahora, externalizo lo mucho que le agradezco eso que él plasmó en mi ser, ese ejemplo que a la vez él tomó de su padre, mi abuelo, un tano venido del sur de Italia, con esa mirada bondadosa en un rostro de rasgos duros, hechos de una vida de trabajo incansable, como la de tantos inmigrantes que nuestro país ha recibido.

Día del Padre-Marianela Garcet


Mi padre habrá sufrido mucho mi rebeldía, mi desprecio inconsciente a su educación, pero estoy segura de que hoy, desde ese lugar luminoso en donde estoy segura que está muy merecidamente, al fin, tal vez se sienta en paz por esa hija que dejó en este plano y que alguna vez se volverá a reunir en un largo abrazo con él allí en la Luz infinita.

Gracias papá, gracias, gracias, gracias. Besos y abrazos al Cielo.


Día del Padre-Marianela Garcet
Feliz día a todos los buenos padres del mundo, y especialmente a quienes me leen siempre.

 

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