Maltrato animal: una sociedad enferma
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En términos biológicos los humanos somos una especie animal, con importantes atributos tales como un lenguaje organizado, pensamiento simbólico, conciencia de su propia existencia y un sentido ético (hipotéticamente). Somos producto de los mismos procesos evolutivos que dieron origen a todas las especies del planeta. La diferencia entre un humano (homo sapiens) y un gorila externamente puede ser muy notoria (a veces), pero la realidad es que compartimos el código genético en un porcentaje superior al 95 por ciento. Y sospecho fuertemente que en algunos casos la proporción de igualdad es superior.
Uno de los aspectos más relevantes del humano es su capacidad de conmoverse ante las desgracias ajenas y en muchos casos incluso prestar ayuda en situaciones que ponen en riesgo su propia seguridad. Este comportamiento es prácticamente exclusivo del humano.
Pero lamentablemente no todos los humanos son iguales. Existen especímenes en los cuales el desarrollo de la corteza cerebral, esa última y más evolucionada capa del cerebro, no fue el adecuado. Algo falló en su proceso genésico y como resultado tenemos un humano con problemas de conducta.
Me interesa, por su violencia, crueldad y salvajismo hablar un poco sobre las peleas de perros.
Las peleas de perros son ilegales en prácticamente todo el mundo civilizado, entre otras cosas porque se mueve mucho dinero sin control fiscal, pero también por la cada vez mayor influencia de las sociedades establecidas en el mundo que luchan contra la crueldad con los animales.
En cuanto a los especímenes predominan los llamados "perros de ataque": pit bull terrier, staffordshire bull terrier, american staffordshire, dogo argentino, fila brasilero, akita inu, e incluso el rottweiler. Son perros fuertes y atléticos; además su mordida bloquea la mandíbula y no suelta a su presa, características que los hacen ideales para pelear a muerte con otros perros. Mediante un entrenamiento brutal cuyo objetivo es prácticamente enloquecer al animal, convierten a estos perros en meros instrumentos para hacer ganar dinero a sus anormales dueños. El entrenamiento consiste en el fortalecimiento físico, el debilitamiento emocional, forzándolo a vivir situaciones de estrés y fracaso, para luego reforzarlo "positivamente" a través de un enfrentamiento con animales de menor tamaño (a los que mata compulsivamente) o de mayor tamaño (para que se curta y aprenda a sufrir).
Ahora hablemos de los partidarios de esta clase de peleas. Desde el punto criminológico la asociación de maltrato animal con delincuencia está sólidamente establecida. Desde 1970, este vínculo ha sido reconocido por el FBI, cuando del análisis de los casos de asesinos seriales surgió que la mayoría de los ofensores poseía historias de crueldad hacia animales durante su infancia y adolescencia. Existen también interesantes trabajos con seguimiento de varios años realizados en Argentina.
Psicológicamente hablando, los expertos afirman que el perfil de los dueños de perros de pelea corresponde a personas psicopáticas, con un fuerte complejo de inferioridad, que los lleva a proyectarse como un ser fuerte y temible en su perro. El enfrentamiento del perro con otro fuerte mide a ambos machos en valentía, competitividad y fuerza. Por su parte, las personas que asisten a estas peleas son en su mayoría hombres, adolescentes y adultos, cuyo gusto por la sangre denotaría diversos trastornos de personalidad, y que asisten a estos eventos para reforzar su virilidad y masculinidad, disminuidas por algún motivo en sus vidas.
La violencia hacia los animales tiene un valor predictivo de violencia hacia humanos.
En estudios comparativos se ha visto una mayor incidencia de antecedentes de abuso a animales en presidiarios por crimen violento respecto a un grupo de hombres no violentos no encarcelados. Se encontraron también antecedentes de crueldad con animales en exhibicionistas (30 por ciento), acosadores sexuales (36 por ciento), acosadores sexuales encarcelados (46 por ciento), violadores convictos (48 por ciento) y asesinos adultos (58 por ciento). Algunos de los asesinos en serie más conocidos iniciaron su carrera de crueldad y torturas con animales no humanos.
Los niños reciben desde temprana edad contacto con imágenes de animales (e incluso conviven con ellos). De éstos aprenden a ser responsables a desarrollar empatía e incluso autoestima. Desafortunadamente, en familias problemáticas, los niños pueden aprender que los animales pueden ser maltratados. Un estudio de la New Jersey Public Child Protection Agency, revela que en el 88 por ciento de las familias donde se había maltratado a niños, también se había maltratado a animales.
Los animales son maltratados sobre todo por parte de hombres que maltratan a sus parejas (correlación que se da en el 71 por ciento de las mujeres que acudieron en busca de ayuda). En hogares abusivos, del 86 por ciento de mujeres que tenían un animal de compañía, un 80 por ciento refirió que sus animales eran también víctimas de malos tratos.
Por mi parte, jamás podría confiar en un maltratador de animales, personajes que junto con los aficionados a las peleas de gallos, al toreo y espectáculos similares nos muestran lo peor de nuestro lado animal: nuestro cerebro de reptil.
(Publicado en el diario Cambio de Michoacán, Morelia, México, el 11 de junio de 2008)
Uno de los aspectos más relevantes del humano es su capacidad de conmoverse ante las desgracias ajenas y en muchos casos incluso prestar ayuda en situaciones que ponen en riesgo su propia seguridad. Este comportamiento es prácticamente exclusivo del humano.
Pero lamentablemente no todos los humanos son iguales. Existen especímenes en los cuales el desarrollo de la corteza cerebral, esa última y más evolucionada capa del cerebro, no fue el adecuado. Algo falló en su proceso genésico y como resultado tenemos un humano con problemas de conducta.
Me interesa, por su violencia, crueldad y salvajismo hablar un poco sobre las peleas de perros.
Las peleas de perros son ilegales en prácticamente todo el mundo civilizado, entre otras cosas porque se mueve mucho dinero sin control fiscal, pero también por la cada vez mayor influencia de las sociedades establecidas en el mundo que luchan contra la crueldad con los animales.
En cuanto a los especímenes predominan los llamados "perros de ataque": pit bull terrier, staffordshire bull terrier, american staffordshire, dogo argentino, fila brasilero, akita inu, e incluso el rottweiler. Son perros fuertes y atléticos; además su mordida bloquea la mandíbula y no suelta a su presa, características que los hacen ideales para pelear a muerte con otros perros. Mediante un entrenamiento brutal cuyo objetivo es prácticamente enloquecer al animal, convierten a estos perros en meros instrumentos para hacer ganar dinero a sus anormales dueños. El entrenamiento consiste en el fortalecimiento físico, el debilitamiento emocional, forzándolo a vivir situaciones de estrés y fracaso, para luego reforzarlo "positivamente" a través de un enfrentamiento con animales de menor tamaño (a los que mata compulsivamente) o de mayor tamaño (para que se curta y aprenda a sufrir).
Ahora hablemos de los partidarios de esta clase de peleas. Desde el punto criminológico la asociación de maltrato animal con delincuencia está sólidamente establecida. Desde 1970, este vínculo ha sido reconocido por el FBI, cuando del análisis de los casos de asesinos seriales surgió que la mayoría de los ofensores poseía historias de crueldad hacia animales durante su infancia y adolescencia. Existen también interesantes trabajos con seguimiento de varios años realizados en Argentina.
Psicológicamente hablando, los expertos afirman que el perfil de los dueños de perros de pelea corresponde a personas psicopáticas, con un fuerte complejo de inferioridad, que los lleva a proyectarse como un ser fuerte y temible en su perro. El enfrentamiento del perro con otro fuerte mide a ambos machos en valentía, competitividad y fuerza. Por su parte, las personas que asisten a estas peleas son en su mayoría hombres, adolescentes y adultos, cuyo gusto por la sangre denotaría diversos trastornos de personalidad, y que asisten a estos eventos para reforzar su virilidad y masculinidad, disminuidas por algún motivo en sus vidas.
La violencia hacia los animales tiene un valor predictivo de violencia hacia humanos.
En estudios comparativos se ha visto una mayor incidencia de antecedentes de abuso a animales en presidiarios por crimen violento respecto a un grupo de hombres no violentos no encarcelados. Se encontraron también antecedentes de crueldad con animales en exhibicionistas (30 por ciento), acosadores sexuales (36 por ciento), acosadores sexuales encarcelados (46 por ciento), violadores convictos (48 por ciento) y asesinos adultos (58 por ciento). Algunos de los asesinos en serie más conocidos iniciaron su carrera de crueldad y torturas con animales no humanos.
Los niños reciben desde temprana edad contacto con imágenes de animales (e incluso conviven con ellos). De éstos aprenden a ser responsables a desarrollar empatía e incluso autoestima. Desafortunadamente, en familias problemáticas, los niños pueden aprender que los animales pueden ser maltratados. Un estudio de la New Jersey Public Child Protection Agency, revela que en el 88 por ciento de las familias donde se había maltratado a niños, también se había maltratado a animales.
Los animales son maltratados sobre todo por parte de hombres que maltratan a sus parejas (correlación que se da en el 71 por ciento de las mujeres que acudieron en busca de ayuda). En hogares abusivos, del 86 por ciento de mujeres que tenían un animal de compañía, un 80 por ciento refirió que sus animales eran también víctimas de malos tratos.
Por mi parte, jamás podría confiar en un maltratador de animales, personajes que junto con los aficionados a las peleas de gallos, al toreo y espectáculos similares nos muestran lo peor de nuestro lado animal: nuestro cerebro de reptil.
(Publicado en el diario Cambio de Michoacán, Morelia, México, el 11 de junio de 2008)
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