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Una Gran Aventura: La Muerte XVIII

6) Después de la muerte y particularmente si ha te­nido lugar la cremación, el hombre, en su cuerpo kama-­manásico, está tan consciente y atento a su medio ambiente como cuando estaba vivo en el plano físico. Esta fraseología concede cierta elasticidad respecto a la am­plitud de la percepción y observación; por lo tanto la misma elasticidad debe tenerse en cuenta para quienes se hallan en el plano físico. No toda la gente está igual­mente despierta ni es consciente de las circunstancias o de la experiencia inmediata. No obstante, debido a que la mayoría de las personas son más conscientes emo­cional que físicamente, y viven en gran medida enfoca­das en sus vehículos astrales, el hombre está bastante familiarizado con el estado de conciencia en que se en­cuentra. Recuerden que un plano es esencialmente un estado de conciencia y no un lugar, según creen muchos. Las personas autoconscientes reconocen esto por medio de la reacción enfocada, porque constantemente y en forma característica son conscientes de sí mismas, sen­sibles al tema de su medio ambiente y de sus deseos ex­teriorizados o (en lo que respecta a las personas evolu­cionadas que actúan en niveles más elevados del plano astral) son sensibles a la exteriorización del amor y la aspiración; el hombre siempre es absorbido por aquello que ocupó su atención e involucró el principio kámico durante su experiencia en la encarnación. Vuelvo a re­cordar que en ese momento no hay cerebro físico que responda a los impactos generados por el hombre in­terno, y también que el sexo, tal como se lo comprende en sentido físico, no existe. Los espiritistas harían bien en recordar esto y en darse cuenta de la estupidez y también de la imposibilidad de concretar esos matrimonios espirituales que ciertas escuelas de pensamiento en­señan y practican. El hombre, en su cuerpo astral, se halla libre de sus impulsos estrictamente animales que, en el plano físico, son normales y correctos, pero ahora nada significan para él en su cuerpo kámico. (17-360).


(7) Nuevamente puntualizaré que al considerar la conciencia del alma que se retira (observen esta frase), cuando inicia el acto de restitución, trato un tópico que no se puede comprobar en forma tangible ni física. A veces los hombres son traídos nuevamente a la existen­cia en el preciso instante que se produce la total resti­tución física. Esto sólo puede hacerse mientras la enti­dad consciente ocupa todavía el vehículo etérico, aunque haya logrado abandonar el cuerpo físico denso con toda intención y propósito. Aunque el cuerpo etérico interpe­netra todo el cuerpo físico, es mucho más grande que ese cuerpo, y el cuerpo astral y la naturaleza mental pueden hallarse aún etéricamente polarizados, aunque esté bien encaminado el retiro y se haya producido la muerte del cuerpo físico, la cesación de toda actividad cardíaca y la concentración del enfoque básicamente etérico en la región de la cabeza, del corazón o del plexo solar. (17-338/9)


(8) Desde el momento de la total separación de los cuerpos físico denso y etérico, y a medida que se em­prende el proceso de eliminación, el hombre es conscien­te del pasado y del presente; cuando la eliminación es total y ha llegado el momento de hacer contacto con el alma y el vehículo manásico está en proceso de destruc­ción, entonces inmediatamente tiene conciencia del fu­turo, pues la predicción es un haber de la conciencia del alma, participando el hombre de ella temporariamente. Por lo tanto, el pasado, el presente y el futuro se ven como uno; entre una encarnación y otra y durante el continuado proceso de renacimiento se va desarrollan­do el reconocimiento del Eterno Ahora. Esto constituye un estado de conciencia (característico del estado nor­mal del hombre evolucionado) que puede ser denomina­do devachánico. (17-364/5)


(9) Para el aspirante, la muerte es la entrada inme­diata en una esfera de servicio y de expresión a la que está muy acostumbrado, percibiendo en seguida que no es nueva. (4-219)


(10) No tengo la intención de detallar la técnica del proceso de eliminación. Los seres humanos pasan por tantos estados diferentes -intermedios entre los tres ya delineados- que sería imposible definir o precisar. La atrición es relativamente fácil de comprender, porque al no producirse un llamado de la sustancia física evocando el deseo, el cuerpo kámico muere, y nada existe para nutrir este vehículo. El cuerpo astral viene a la existencia por medio de la interacción recíproca entre el plano físico, que no es un principio, y el principio deseo; durante el proceso de renacer, este principio es utilizado con dinámica intención por el alma en el vehículo men­tal a fin de invertir el llamado, entonces la materia res­ponde al llamado del hombre que reencarna. El hombre kámico, después de un largo proceso de atrición, queda liberado dentro de un vehículo mental embrionario; este período de vida sentimental es excesivamente breve y llevado a su fin por el alma, que repentinamente "dirige su ojo a aquel que espera", y por el poder de esa poten­cia dirigida, reorienta instantáneamente al hombre ká­mico individual hacia el sendero descendente del rena­cimiento. El hombre kama-manásico aplica el proceso de retiro y responde a la "atracción" del cuerpo mental en rápido desarrollo. Este retiro es cada vez más acele­rado y dinámico, hasta llegar a la etapa en que el discí­pulo en probación -regido por un creciente contacto con el alma- destroza el cuerpo kama-manásico, como una unidad, por un acto de voluntad mental, comple­mentado por el alma. Observarán que la experiencia "de­vachánica" necesariamente será más breve en relación con esta mayoría que con la minoría kámica, porque la técnica devachánica de recapitulación y reconocimiento de las implicaciones de la experiencia, lentamente va controlando al hombre en el plano físico, para obtener la significación del significado y aprender constantemen­te mediante la experiencia, mientras está encarnado. De este modo, podrán darse cuenta que la continuidad de la conciencia también se desarrolla paulatinamente, y la percepción del hombre interno comienza a demostrarse en el plano físico, al principio por intermedio del cere­bro físico y luego independientemente de esa estructura material. He dado aquí una definida insinuación sobre un tema que recibirá amplia atención durante los próximos doscientos años.
En la persona manásica, la personalidad integrada ac­túa, como hemos visto, de dos maneras, que dependen necesariamente de la integración lograda, la cual será de dos clases:

1.      La personalidad integrada, enfocada en la mente, adquiriendo una constante y creciente relación con el alma.
2.      El discípulo, cuya personalidad integrada está aho­ra integrándose rápidamente con el alma y es ab­sorbida por ella.


En esta etapa de desarrollo de la mente y de constante control mental (basada en el hecho de que la conciencia del hombre está ya definidamente enfocada y permanen­temente centrada en el vehículo mental), los procesos previos a la destrucción del cuerpo astral, por medio de la atrición y el "dinámico rechazo", se llevan a cabo du­rante la encarnación física. El hombre encarnado rehusa ser regido por el deseo; lo que queda del cuerpo as­tral ilusorio es dominado entonces por la mente, y el anhelo de satisfacer los deseos es rechazado con plena y consciente deliberación, ya sea por las ambiciones egoístas y las intenciones mentales de la personalidad integrada o por inspiración de la intención del alma, que subordina la mente a su propósito. Cuando se ha logrado esta etapa de evolución, el hombre puede en­tonces disolver los últimos vestigios de todo deseo por medio de la iluminación. En las primeras etapas de la vida puramente manásica o mental, esto se logra por medio de la iluminación que el conocimiento proporcio­na, e involucra principalmente la innata luz de la sustan­cia mental. Más adelante, cuando el alma y la mente es­tablecen una estrecha relación, la luz del alma acelera y complementa el proceso. Entonces el discípulo em­plea métodos más esotéricos, pero sobre éstos no me explayaré. La destrucción del cuerpo mental ya no se produce por el poder destructor de la luz misma, sino que es acelerado mediante ciertos sonidos que emanan desde el plano de la voluntad espiritual; al finalizar el ciclo de encarnación éstos son reconocidos por el discí­pulo, y algún iniciado avanzado del Ashrama o el Maes­tro Mismo, le permite utilizarlos en palabras-formas adecuadas. (17-365/6)
(tomado de: Una Gran Aventura: La Muerte
Por el Maestro Tibetano
Djwhal Khul

(Alice A. Bailey)

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