(3) Observarán que me refiero a la muerte cuando hace sentir su presencia por enfermedad o vejez. No me refiero a la muerte cuando acontece por guerra o accidente, asesinato o suicidio. Estas y otras causas de la muerte están regidas por un proceso directriz totalmente diferente; quizá ni siquiera involucre el karma de un hombre o su destino individual, como en caso de guerra, cuando mueren muchas personas. Esto no tiene nada que ver con la Ley de Causa y Efecto como un factor en la trayectoria del alma de cualquier individuo. No es un acto de restitución planeado por un alma determinada que cumple con su destino individual - La muerte, a través del proceso destructivo de la guerra, está bajo la dirección e intención cíclica del Logos planetario, que actúa a través de la Cámara del Concilio de Shamballa. Los Seres que allí dirigen los procesos mundiales saben que ha llegado el momento en que la relación entre el mal planetario y las Fuerzas de la Luz o del Bien, han alcanzado un punto de "antagonismo explosivo", según se lo denomina. A ello debe dársele rienda suelta si queremos que el propósito divino actúe sin impedimentos. Por lo tanto es permitida la explosión; sin embargo está presente todo el tiempo un factor controlante, aunque el hombre no se dé cuenta de ellos. Estos Seres (que cumplen la voluntad de Dios) no se identifican de ninguna manera con la vida de la forma, en consecuencia se dan cuenta exacta de la importancia relativa que tiene la vida en la forma; para Ellos la destrucción de las formas no es la muerte en el sentido que nosotros la entendemos, sino sencilla y únicamente un proceso de liberación. El temor a la muerte es fomentado insistentemente por la visión limitada, de quienes se Identifican con la forma.
El ciclo que ahora vivimos ha sido testigo de la más grande destrucción de formas humanas, en toda la historia de nuestro planeta. No hubo destrucción de seres humanos. Quisiera que observaran este enunciado. Debido a esta destrucción total, la humanidad ha ido adoptando rápidamente una actitud más serena respecto a la muerte. Esto no es muy evidente todavía pero -dentro de pocos años- tal nueva actitud comenzará a destacarse y el temor a la muerte empezará a desaparecer del mundo. En gran parte también se deberá a la acrecentada sensibilidad del mecanismo humano de respuesta, que conduce a una interna o nueva orientación de la mente humana, con imprevisibles resultados.
La base de todas las guerras es fundamentalmente el sentido de separatividad. Este individualismo fundamental, o complaciente aceptación del aislamiento, conduce a todas las demás causas secundarias de la guerra: la codicia que produce desastres económicos, el odio que trae fricción nacional e internacional, la crueldad que da por resultado el sufrimiento y la muerte. Las raíces de la muerte están profundamente arraigadas; es la destrucción del ciclo de separatividad, como individuo, en el plano físico, comúnmente denominado muerte; en consecuencia, la muerte es un proceso de unificación. Si analizaran algo más la cuestión, verían que la muerte libera la vida individualizada, llevándola a una existencia menos restringida y confinada, y oportunamente -cuando el proceso de la muerte haya sido aplicado a los tres vehículos en los tres mundos- a la vida de la universalidad. Este es un estado de inexpresable bienaventuranza. (17-318/9)
(4) Referente a la prolongación de la vida, lograda en el último siglo de realizaciones científicas, quisiera señalar que las verdaderas técnicas y posibilidades de la organizada acción del alma son siempre parodiadas y falsamente demostradas en el plano físico por las primeras actividades científicas, que tienen un correcto móvil pero sólo son un símbolo, en la esfera externa de la vida, de la verdadera y por lo común futura actividad del alma. El lapso de vida oportunamente será corto o largo, según la voluntad de las almas que sirven conscientemente y emplean el mecanismo del cuerpo como instrumento para servir al Plan. En la actualidad, con frecuencia, se mantiene la vida en la forma -tanto en la vejez como en la infancia- que bien podría liberarse. No cumplen ningún propósito útil y causan mucho dolor y sufrimiento a formas que la naturaleza (si se la dejara actuar) no las utilizaría y las extinguiría. Observen esta última palabra. Debido al excesivo énfasis puesto sobre el valor dado a la vida de la forma, al temor universal que se tiene a la muerte -esta gran transición que todos debemos enfrentar- y a nuestra incertidumbre acerca de la realidad de la inmortalidad y debido a nuestro profundo apego a la forma, detenemos el proceso natural y nos aferramos a la vida, la cual lucha por liberarse, confinada en cuerpos muy inadaptados para los propósitos del alma. No me interpreten mal. No tengo la intención de decir nada que pueda constituir un aliciente para el suicidio. Pero sí digo, y lo hago con énfasis, que la Ley del Karma frecuentemente queda en suspenso cuando las formas se mantienen en expresión coherente, las cuales debían haber sido descartadas, pues no sirven a ningún propósito útil. En la mayoría de los casos esta preservación es impuesta por el grupo al que pertenece el sujeto y no por el sujeto mismo, siendo con frecuencia un inválido consciente, una persona de edad cuyos mecanismos de contacto y respuesta son imperfectos, o un niño anormal. Tales casos constituyen ejemplos definidos de la neutralización de la Ley del Karma. (17-260)
(tomado de: Una Gran Aventura: La Muerte
Por el Maestro Tibetano
Djwhal Khul
Djwhal Khul
(Alice A. Bailey)
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