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Una Gran Aventura: La Muerte I

(3) Los estudiantes de religión estudiarán la manifes­tación de lo que llamamos "aspecto vida", así como el científico estudia el llamado aspecto "materia"; ambos llegarán a comprender la estrecha relación que existe entre estos dos aspectos, con lo cual se llenará el anti­guo vacío y cesará temporariamente la lucha entre la ciencia y la religión. Se pondrán en práctica métodos precisos para demostrar que la vida persiste después de la muerte del cuerpo físico, y la trama etérica será reconocida como factor operante. (3-360)




(4) El primer paso para sustanciar la realidad de la existencia del alma es establecer la supervivencia, aun­que esto no probará necesariamente la inmortalidad. Sin embargo, puede considerarse como un paso dado en la correcta dirección. Se está comprobando constante­mente que algo sobrevive al proceso de la muerte y persiste después de la desintegración del cuerpo físico. Si esto no es verdad, entonces somos víctimas de una alu­cinación colectiva, y engañan y mienten y están enfer­mos y pervertidos los cerebros y las mentes de miles de personas. Tal gigantesca locura colectiva es más di­fícil de creer que la alternativa de una expansión de conciencia. Sin embargo, el desarrollo que sigue la línea síquica no probará la existencia del alma. Sólo sirve para destruir la posición materialista. (14-99)




(5) El problema de la muerte, es innecesario decirlo, se funda en el amor a la vida, el instinto más arraigado de la naturaleza humana. La ciencia reconoce que nada se pierde de acuerdo a la ley divina; la eterna supervi­vencia, de un modo u otro, es considerada universalmen­te como una verdad. De todo el cúmulo de teorías se han extraído y propuesto tres soluciones principales, muy conocidas por las personas reflexivas, y son:




1.      La solución estrictamente materialista afirma que la experiencia y la expresión de la vida consciente con­tinúan mientras la forma física tangible existe y per­siste, pero también enseña que después de la muerte y la consiguiente desintegración del cuerpo, ya no existe una persona consciente, activa y autoidentifi­cada. El sentido del Yo, la percepción de la persona­lidad, en contraposición con las otras personalidades, se desvanece al desaparecer la forma; creen que la personalidad sólo es la suma total de la conciencia de las células del cuerpo. Esta teoría relega al hom­bre al mismo estado de cualquiera de las formas de los otros tres reinos de la naturaleza; está basada en la insensibilidad del ser humano común hacia la vida, fuera de un vehículo tangible; ignora toda evidencia contraría y explica que como no podemos ver (visualmente) y comprobar (tangiblemente) la persistencia del Yo o la inmortal entidad después de la muerte, ella no existe. Muchos ya no sostienen esta teoría como en años anteriores, particularmente durante la materialista Era Victoriana.




2.      La teoría de la inmortalidad condicional. Esta teoría es sostenida aún por ciertas escuelas fundamentalis­tas de pensamiento, teológicamente estrechas, y tam­bién unos cuantos intelectuales principalmente de tendencia egotista. Afirma que sólo quienes obtienen una etapa particular de percepción espiritual o acep­tan un conjunto peculiar de  pronunciamientos teoló­gicos pueden recibir el don de la inmortalidad personal. Los altamente intelectuales también arguyen que a quienes poseen una mente desarrollada y cul­tivada, don culminante para la humanidad, análoga­mente se les otorga la eterna supervivencia. Una escuela rechaza a aquellos que consideran espiritual­mente recalcitrantes o negativos a la imposición de su verdad teológica particular, lo cual los condena a un total aniquilamiento como en la solución materia­lista, o a un eterno castigo, que al mismo tiempo abo­ga por una especie de inmortalidad. Debido a la inna­ta bondad del corazón humano, muy pocos son venga­tivos o suficientemente irreflexivos para considerar aceptable esta presentación; por supuesto, entre ellos, debemos clasificar las personas irreflexivas que eva­den la responsabilidad mental, aceptando ciegamente los pronunciamientos teológicos. La interpretación cristiana, dada por las escuelas ortodoxas y funda­mentalistas, prueba ser falsa cuando es sometida a un claro razonamiento; entre los argumentos que nie­gan su veracidad reside el hecho de que el cristianis­mo proclama un largo futuro pero ningún pasado; siendo asimismo un futuro que depende totalmente de las acciones del actual episodio de vida y de nin­guna manera explica las distinciones y diferencias que caracterizan a la humanidad. Esto sólo tiene asidero en la teoría de una Deidad antropomórfica, cuya vo­luntad -en su actuación práctica- sólo presenta aquello que no tiene pasado sino únicamente futuro; reconocen ampliamente la injusticia de esto, pero dicen que la inescrutable voluntad de Dios no debe ser puesta en duda. Millones de personas sostienen esta creencia, pero no tan fuertemente como lo hacían cien años atrás.







(tomado de: Una Gran Aventura: La Muerte


Por el Maestro Tibetano
Djwhal Khul


(Alice A. Bailey)


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